Confusión, miedo y explicaciones.
Con estos tres términos podemos definir la vida de millones de personas.
Primero no entienden lo que sienten, después tienen miedo a expresarlo y,
finalmente, se pasarán toda su vida teniendo que enfrentarse una y otra vez a
un momento muy amargo, dar explicaciones a todo el mundo que conozcan,
familiares, amigos, jefes, compañeros de clase o trabajo,… Una vez alguien dijo
sobre la homosexualidad que le daba igual mientras “no fuese obligatoria”. Pues
millones de personas han sido y son obligadas a ser heterosexuales, a tener que
rechazar su naturaleza, a tener que pensar que son seres raros o sencillamente
una aberración. Para entender a un homosexual, el heterosexual debería pensar
en esa obligatoriedad, imaginarse de verdad que todo el mundo le dijese que
debería mantener relaciones homosexuales y ser mal visto en caso de no aceptarlo.
Y por si esto fuese poco, cuando un partido decide demostrar que los
homosexuales son ciudadanos y punto, apuesta porque la igualdad sea la base del
fin del sufrimiento de un grupo enorme de personas, ofreciéndoles la opción del
matrimonio, surge un grupo de fanáticos que llevan la medida al Tribunal
Constitucional. Al Tribunal Constitucional, ahí es nada. ¿De verdad merecen
estas personas este trato? Personas que han pasado toda su vida con miedo,
recibiendo miradas que los juzgan, siendo rechazados por una parte de la
sociedad (afortunadamente cada vez más pequeña), ahora que pueden tener un
derecho que por fin los reconoce como ciudadanos iguales a los demás, ¿tienen
que ver como miles de personas salen a la calle protestando contra ese derecho?
¿De verdad es necesario llevar este tema al Tribunal Constitucional,
malgastando tiempo y dinero? ¿Qué han hecho estas personas para merecer tal
atropello? No han matado, no han robado, sólo quieren vivir, compartir y amar
como los demás. ¿Es pedir tanto? Yo creo que nadie debería obligar a nadie a
ser nada.
Mención aparte merecen los
transexuales. Millones de personas en el mundo gastan grandes cantidades de
dinero y se someten a intervenciones peligrosas para cambiar pequeñas cosas de
su cuerpo, alegando que así son más felices. Un aumento de pecho, una cintura
más fina, una nariz u orejas más pequeñas o un cuerpo más musculoso son algunos
de los cambios más frecuentes. Por no mencionar las dietas para perder los dos
o veinte kilos que me sobran. El tiempo y dinero invertido por la ciudadanía en
estos cambios son incalculables y en ocasiones carecen de recompensa. Para mí la
reflexión es la siguiente: si tengo un complejo por pechos pequeños, puedo
meterme en un quirófano y arriesgarme a secuelas de por vida porque es normal,
así soy más feliz; ahora bien, si lo que me sobran son los pechos porque estoy
encerrado en un cuerpo de mujer cuando me siento hombre (o viceversa), entonces
no puedo hacer nada, tengo que sufrir y vivir en esa jaula el resto de mis
días. Sinceramente, no lo entiendo y me parece más necesario lo segundo. Todos
queremos ser más felices, todos buscamos sentirnos bien con nosotros mismos y
con nuestro cuerpo, que es una de nuestras principales señas de identidad (no
nos lo podemos dejar en casa), sin embargo no se acepta que una persona sienta
la necesidad de cambiar de sexo y no comprendemos, ni parece que queramos
comprender, lo que siente todas las mañanas al verse al espejo. Tiene que ser
muy duro y a mí, personalmente, no me gusta ver a la gente sufrir de ese modo.
En 2009, el PSOE aprobó el día 17
de mayo como Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, sumándose
nuestro país a los Estados que impulsan este día como símbolo de la lucha por
la igualdad. Es un paso. Permitir el matrimonio homosexual es otro paso. Pero
es la sociedad la que tiene que empujar por hacer la vida más fácil a aquellos
que tienen dificultades.
Para terminar, cabe destacar que
un gran problema actual para estos colectivos es el mensaje radicalizado de la
Iglesia. A este colectivo sólo tengo una cosa que decirles, "amad al
prójimo, como a vosotros mismos".
Óliver Lolo Martínez.
Es miembro de Juventudes de Calahorra y concejal del Excmo. Ayuntamiento de Calahorra por el PSOE.
Óliver Lolo Martínez.
Es miembro de Juventudes de Calahorra y concejal del Excmo. Ayuntamiento de Calahorra por el PSOE.
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